EL SUR CALIENTE DE LAURA RESTREPO
Si se
mira juiciosamente -como yo lo he hecho- el proceso escriturístico de Laura
Restrepo se puede concluir que su trabajo ha sido un camino hacia la
profundización y cualificación cada vez mayor de un gran talante literario.
Para sus lectores-lectoras, para quienes hemos seguido su obra, el disfrute de
su última novela genera emociones profundas, además de confrontarnos con
nuestro yo más íntimo, y de eso se trata fundamentalmente en la buena
literatura.
Un buen
escritor/escritora, siempre despierta expectativas con la aparición de su siguiente obra, su palabra es algo que
se espera. La novelística de Laura es reconocida ampliamente en el mundo,
aunque en Colombia en ocasiones despierta resistencias. Los colombianos somos
especialistas en desollarnos vivos unos a otros. Entrar en el terreno de la buena o mala literatura es muy resbaladizo, sin embargo, en mi larga
trayectoria de lecturas muy diversas, puedo asegurar que obras del calibre
estético de: La Isla de la Pasión, Leopardo
al Sol, La Novia Oscura o Delirio, no son fácilmente hallables en la
escritura actual.
Pues
bien, Hot Sur, es un momento culminante
-hasta ahora- y un punto luminoso de ese recorrido. Nos encontramos ante lo que
Vargas Llosa definió al referirse a Cien
Años de Soledad, como novela total: Novela total, en la línea de esas creaciones
demencialmente ambiciosas que compiten con la realidad real de igual a igual,
enfrentándole una imagen de una vitalidad, vastedad y complejidad
cualitativamente equivalentes. Esta totalidad se manifiesta ante todo en la
naturaleza plural de la novela que es, simultáneamente, cosas que se creían
antinómicas: tradicional y moderna, localista y universal, imaginaria y
realista. (M. Vargas Llosa: García Márquez
historia de un deicidio, Barral editores, Barcelona 1971 – Pág. 479).
Entrar en
una novela tan amplia, tan totalizante no es fácil ni sencillo. ¿Por dónde
empezar? La novela nos atrapa desde su primera página. Es apasionante el
trabajo realizado sobre la escritura misma y sobre el lenguaje, es la puerta de
entrada a esa realidad inmensa. La voz narrativa central, la que organiza este mundo posible-real, nos deja ver sus
huellas desde los inicios del relato, pero es al final cuando anuda la acción
que se explicita con toda su verdad: mujer, entrevistadora, novelista. La
narración se va organizando a varias voces, lo que posibilita diferentes puntos
de vista: Ian Rose, encadena los hechos del desenlace final, es necesario
seguirlo paso a paso como hace la narradora para apropiarnos de todos los
eventos, María Paz nos lleva al corazón mismo del acontecer fundante de la
narración, Cleve Rose y Wendy Mellons salpican de informaciones y detalles las
múltiples preguntas que se suscitan en el recorrido lector.
Según el
narrador / narradora supeditado con el que estemos, nos situamos frente a
pesquisas en Google, a pesquisas
jurídicas, a indagaciones sicológicas, a remembranzas añorantes, a noticas
dispersas de periódicos, apuntes perdidos en libretas o a ejercicios de talleres
de escritura creativa. Porque la obra
es antes que nada una indagación en nuestra condición humana posmoderna. En
igual medida nos encontramos con tradiciones de la cultura popular, desde
rituales sacros o letras de canciones hasta las fotonovelas del Santo, pasando por pinturas convertidas
en relatos o creencias sobre lo que ha de hacerse en la propia o ajena limpieza…
O nos topamos con una tradición literaria más escogida, selecta o de élite como la de Truman Capote, Jane Austen,
Norman Mailler o el más reciente Slavoj Zizek, compatriota del protagonista
perverso, o las evocaciones de la mitología griega.
Desde
estas distintas voces narrativas vamos visualizando las muchas posibilidades de
un lenguaje que explota por todas las páginas de la novela. La obra es también
un gran canto al lenguaje, al idioma, a la comunicación. Una lengua que también
camina desde lo más impecablemente clásico hasta incluir muy convincentemente
formas distintas de expresión de una comunidad hablante que necesita urgente y
desesperadamente comunicarse y no tanto cuidar las maneras lingüísticas
aprobadas por la academia de la lengua en Bogotá, la Atenas suramericana. En Hot
Sur, entra de una manera natural eso
que se ha llamado spanglish y que es altamente criticado desde tantas
instancias de la cultura. Además María Paz con su lúcida inteligencia nos lo
cuenta: tras del sueño americano olvidamos el español y no
aprendemos el inglés, una comunidad que crece y se amplia y se queda sin
lengua más allá de esa que redime en pedazos y que no es aceptada por los bien hablantes. La prohibición del
español en la prisión es realmente un símbolo → la incomunicación, el
aislamiento, los muros que se
multiplican en la ciudad globalizada, que igual a los tratados de libre
comercio, dejan siempre a los y las del margen cada vez más afuera.
Si esto pasa con el lenguaje, lo mismo pasa
con los géneros literarios. Hot Sur nos arroja elementos épicos
indiscutibles: la epopeya de los sureños en busca de su tierra que mana leche y
miel (una versión actual de Las Uvas de
la Ira); la épica de los perdedores esos personajes que siempre fascinaron
a la autora; la epopeya de esa madre fallida y totémica, posteriormente madre
de todas, Mandra X cuya dimensión gigantesca se proyecta como una sombra
sobre todo el relato a pesar de su relativa marginalidad en él. Una nueva épica
sobre la naturaleza mestiza y permanentemente migrante de los Estados Unidos en
los que mal conviven desde eslovacos o rumanos hasta salvadoreños o jamaicanos,
apoyándose o desconfiándose. Es también la novela de la íntima aventura
existencial de Ian o Cleve Rose, de la búsqueda permanente de su madre por
parte de María Paz o de sus culpas frente a su propia hermana. Igualmente es la
auto reflexión literaria de Cleve, autor de las gráficas novelas posmodernas.
Es también en ocasiones el thriller de la huída y la búsqueda detectivesca de
la picaresca negra o policiaca.
Todo esto es la entrada a ese universo
total que aspira a re-crear el mundo desde sus cimientos. Y una vez en él comulgamos
con agentes, protagonistas o personajes fascinantes: amados y amantes, odiados,
despreciados, temidos… Llegado este momento quiero referirme al término literatura menor acuñado por Gilles
Deleuze y Felix Guattari en su obra: Kafka
por una literatura menor (en español, Biblioteca Era 1990). Los autores
plantean: Las tres características de la
literatura menor son la desterritorialización de la lengua, las articulación de
lo individual en lo inmediato político, el dispositivo colectivo de la
enunciación. En este sentido este punto de vista analítico distingue la
literatura clásica como la central de un país, frente a la literatura de
lenguas y comunidades subordinadas. Creo que sólo así -es decir en los términos
de los filósofos citados- podemos pensar que algunas obras de Restrepo pueden
entenderse como menores. El español y el spanglish están desterritorializados,
expulsados, negados… además el destino de María Paz es colectivo y las obras de
esta autora son siempre políticas. Es desde estos concretos que los
destinos de estos seres apuntan a
cuestiones universales.
Y en ese mundo que Hot Sur nos regala, nos encontramos entonces con algunos destinos
que se nos prenden en el alma: Bolivia y María Paz, buscadoras, luchadoras que
aún perdiendo siguen en la mesa sin retirarse, buscando otras combinaciones
para sus sin salidas. Bolivia buscando el amor y el hogar que nunca llega,
buscando también los brazos amorosos maternos que no la cobijaron. María Paz
ingenua y solidaria, confiada siempre, mirando hacia adelante, según el decir
popular colombiano los tropezones hacen
levantar los dedos. María Paz soñadora, vibrante frente al sexo, amante de
su hermana y de su desvalido perro minusválido. María Paz agradecida y sobre
todo fuerte para levantarse una vez y otra vez. María Paz amadora y amante.
María Paz la de múltiples rostros.
El dolor de la cárcel: el abuso, el
encierro. La indefensión completa, no sólo en las dictaduras suramericanas,
también en la democracia “modelo”… las reclusas al arbitrio de las pasiones,
los odios y las arbitrariedades de las guardianas. Y por sobre todas ellas,
como ángel protector, la figura mítica de Mandra X esa mujer-madre imposible y
filicida que transforma su cuerpo a partir de tatuajes e intervenciones tal vez
para ocultar los días que se le fueron detrás de ese cáncer que amenazó y no
cumplió. Mandra X cuya condena jurídica es innegable, invaluable, insuperable…
pero cuyo interior permanece intocado, a cuya alma no podemos acercarnos mucho
más porque la narradora no nos da ese regalo.
En ese mundo apabullante nos cruzamos con
destinos notables marginales: Probono, Ian, Cleve, Socorro… partidarios de los
sin suerte, de los vencidos siempre, de los abandonados de la fortuna. Seres
del común que se la juegan en tareas solidarias, en dar la mano al que cae al
abismo, seres cuya vida se enreda o desenreda en lo insospechado que siempre
nos espera al voltear de la esquina.
Y todo el tiempo estamos rastreando-evadiendo
el misterio de esa sombra real, aterradora y perversa de Jaromil, Sleepy Joe… al cual no es fácil referirnos. Sleep Joe
tiene unos orígenes extraños. Su sangre viene de esa región para nosotros tan
lejana e incógnita: las montañas del Cárpato, Eslovenia, región peligrosamente
vecina de la Transilvania de los vampiros que regresan hoy -en la literatura,
en el cine, en la televisión- con toda su fuerza demoníaca. Sleep Joe, este pequeño diablo nos transporta a lo más
peligroso, terrible y desdichado de la religión. Al horizonte más profundamente
oscuro de las fuerzas siniestras que habitan la condición humana y que en
algunas circunstancias pueden salir a flote.
Nos lleva de la mano a la fusión entre la degradación
propia o ajena y el placer. Una búsqueda que se confunde y enloquece tanto a
quien a ella se niega, como a quien a ella se entrega. El relato magistralmente
articulado nos va armando el rompecabezas de un destino miserable que se busca
grandioso: desde un Edipo no resuelto hasta una búsqueda insaciable de sexo y
de pornografía, pasando por lágrimas y azotes enredados en figuras patéticas y
tenebrosas del arte religioso cristiano o de las devociones populares que
escapan al control de las instituciones.
Lo religioso en Hot Sur, pasa por el Cristo
de los pobres de América Latina, distinto al Dios pulcro y burgués de los
primeros migrantes del hemisferio norte, recoge la frustración de mujeres del
nororiente europeo que refugian en los rosarios y en las apariciones de la
Virgen la violencia y los golpes que les infringen sus maridos y termina en la
tortura de los rituales degradantes y asesinos que pueblan nuestros pueblos. Lo
religioso siempre ha sido una preocupación, una obsesión en Laura (Dulce Compañía) y en esta novela logra
agarrarlo de frente y unir en un todo: los asesinos ritualistas y en serie de
Colombia y de Estados Unidos, pero también las obsesiones religiosas y los
oscuros motivos del corazón perverso. Sleep Joe es un obseso que reza mientras
mata, que goza mientras degrada, pero también es un posmoderno cuya trayectoria
profana lo improfanable y desacraliza lo más sagrado en personas, sentimientos,
vivencias religiosas o tradiciones familiares.
Es la actualización del refrán popular el
que peca y reza empata, que en términos más sofisticados lo expresa el
filosofo eslovaco en estos términos: El hedonismo
actual combina el placer con la restricción, ya no se trata de la vieja idea de
la justa medida entre el placer y la
restricción, sino que hay una especie de coincidencia inmediata seudo-hegeliana
de los opuestos: la acción y la reacción deben coincidir, la misma cosa que causa el daño debe ser la medicina que lo cura.
(Slavoj Zizek: El títere y el enano, el
núcleo perverso del cristianismo. Paidós, Buenos Aires 2005. Pág. 134). De
esta manera Sleep Joe, reza mientras
asesina o viola en la esperanza de salvarse el mismo y salvar a su víctima.
Una inmersión en esta novela es una
inmersión en un mundo que nos es próximo aunque desconocido. Retoma -en su
pretensión de totalidad- temas que han sido trabajados por la literatura y la
filmografía latinoamericanas: el sueño
americano y su gran frustración, el precio que hay que pagar por no alcanzarlo, las violencias
sociales en las que nos movemos diariamente sin necesidad de una guerra ofcial…
las relaciones imposibles: la comunicación y el amor que se buscan sin lograrse
una y otra vez y se vuelven a buscar… el cuerpo como aliado, el cuerpo como
enemigo, el cuerpo como búsqueda… La soledad que habita nuestras almas y
nuestras sociedades, edificios y apartamentos… Y finalmente de entrada y de
salida, la escritura: sus límites, sus posibilidades. Laura nos regala un
solaz, solo nos queda disfrutarlo.
Carmiña Navia Velasco
Cali, Marzo de 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario