FLORES DE SANGRE, UNA NOVELA PARA DEGUSTAR 
                                                                          Carmiña Navia Velasco
  

Judith Ress, teóloga estadounidense que vive en América Latina desde 1970, ha incursionado en el mundo de la novelística, con la publicación de su obra: Flores de Sangre, de la Bandera al Salvador 1970 – 1979, publicada en inglés en el 2010 y traducida al castellano en el 2014. Esta obra salda una vieja deuda en la literatura del subcontinente: Recrea magníficamente y desde dentro, el universo de la praxis cristiana comprometida con la liberación de nuestros países. Siempre he sentido que el compromiso de los cristianos en la liberación de América Latina esperaba una buena recreación literaria.

Algunas obras se habían acercado a este eje semántico con mayor o menor decisión: La cruz invertida  de Marco Aguinis (1970), La insurrección de Antonio Skarmeta (1981)… y recientemente la novela de Gabriela Castellanos: Jalisco pierde en Cali. Ninguna como esta sin embargo, bucea en el corazón de estas realidades y nos las entrega con una inmensa carga de luz, de amor y de energía.

La novela, en cuya carátula encontramos la afirmación de que se trata de una novela histórica,  se acerca a la realidad salvadoreña de los años 1975 a 1979. Focaliza desde la intimidad de una de sus protagonistas, el grupo y el ambiente que acompañó en su trabajo al padre Rutilio Grande, mártir de las luchas populares y al equipo de religiosas que trabajó en esos años bajo la compañía paternal de Monseñor Oscar Arnulfo Romero, quien en la historia es sólo una sombra lejana, no uno de los principales personajes.

La narración se focaliza en Meg, figura protagónica que lleva adelante la trama y se complementa con cartas de su autoría, enviadas por ella a diferentes relaciones cercanas. Tanto por la focalización narrativa como por las cartas y diálogos sostenidos entre las protagonistas, tenemos acceso al corazón mismo de los personajes, a sus sentimientos, evaluaciones sociales, disquisiciones, inquietudes, búsquedas espirituales y políticas. Nos hallamos ante un relato que se mueve ampliamente en los paisajes interiores de quienes pueblan sus páginas. Con ello nos hacemos partícipes de un mundo denso y consistente, muy alejado de panfletarismos de cualquier signo que en ocasiones afecta tanto este tipo de literatura.

El eje narrativo es la historia de algunas religiosas, principalmente dos: Hermanas de la Caridad,  una Congregación norteamericana; que optan por vivir en Latinoamérica, en  medio del pueblo pobre y sus angustias, carencias, luchas y persecuciones. Meg viene de Chile, de la lucha contra la dictadura y Theo vive hace años en El salvador. Este itinerario permite a la autora trazar hilos invisibles que atraviesan la historia, las resistencias y los padecimientos en varios ámbitos de la “patria grande”. Uno de los mayores aciertos de la obra, que le concede un valor sin igual, es que estas monjas están construidas con una hondura y profundidad humana inmensas. Nos encontramos ante dos mujeres potentes, de carne y hueso, radicalmente alejadas de los estereotipos con que suelen ser representadas “las monjas”.

La novela nos muestra a estas dos misioneras en toda su grandeza humana: Sus sentimientos religiosos, atravesados siempre por preguntas; su entrega a las causas populares; sus amores y amistades profundas, en ocasiones desgarradoras, en ocasiones plenificantes. Y se recrea su  mundo cotidiano, en medio de los campesinos salvadoreños, víctimas de los terratenientes, de los paramilitares y de un ejército nacional mercenario, corrupto y animalizado en sus prácticas de dominación y de guerra. Una de ellas sella con su propio martirio esta entrega.

La autora recrea un mundo en el que tienen lugar los encuentros más bellos y tiernos entre hombres y mujeres, entre mujeres, entre compañeros… y al mismo tiempo con un lenguaje contenido y preciso nos muestra las escenas más atroces: las matanzas y los asesinatos, la violación de las mujeres, la solidaridad indestructible.

Con esta novela construimos memoria, memoria colectiva, memoria imprescindible. En su resolución final la narración anuncia una evolución bastante corriente en el  mundo cristiano: la protagonista encuentra sanación y amplitud de su vida espiritual en la mirada hacia el oriente. Sus prácticas de yoga y su encuentro con la espiritualidad budista le permiten superar los traumas a los que fue sometida en las situaciones crueles por las que pasó y le permiten trascender el asesinato de su amiga para volver a entregarse a una vida en servicio. No obstante a Meg, la mata tempranamente el cáncer y eso nos arrebata su riqueza.

El periplo vital de estas religiosas marca una senda de luz, sin embargo la lectura de la novela nos deja abiertos muchos interrogantes, una seña de la buena literatura: No se resuelve todo, hay que recomenzar la lectura, degustarla, repensarla… releer comparativamente otros textos. Mi invitación es a disfrutar esta inmersión y mi soplo al oído de Judith Ress es que nos regale otros libros, otros caminos, otras experiencias.

Santiago de Cali, Marzo de 2019