Yo, María Teresa; la novela del Isaacs
Carmiña Navia Velasco
Cali y el Valle
del Cauca están siendo una cantera de buenas y recientes novelistas. Adelaida
Fernández Ochoa, premiada en Casa de las Américas este año, con su novela, La Hoguera lame mi piel con cariño de perro;
Rosalba Plaza, premiada en el Jorge Isaacs 2014, con: Yo María Teresa; Gabriela Castellanos con su magnífica novela, Jalisco pierde en Cali y Melba Escobar
con su celebrada, La casa de la belleza.
Voy a ocuparme
ahora precisamente del reciente premio Jorge Isaacs que sale por estos días al
mercado librero. Yo, María Teresa es una deliciosa novela de época en la cual lo
primero que encontramos y celebramos es una fiesta del lenguaje. La obra recrea
la vida infantil y juvenil de María Teresa Rodríguez del Toro, esposa de Simón
Bolívar, quien pasó por la historia como una ráfaga, dejando tras de sí
interrogantes antes que afirmaciones. Una imaginación juiciosa y una
investigación aplicada sirven como punto de partida a la creación de un mundo ficcionalizado
en el que se profundizan los caracteres de los dos protagonistas.
La novela se
abre con una llamada primera parte, que en realidad hace las veces de obertura,
en la que asistimos a la frustración matrimonial de la joven María Teresa quien
acusa su soledad, ociosidad y abandono
por parte del esposo. Inmediatamente se devuelve en el tiempo y se abre para
entregarnos un cuadro de la España (Madrid y Bilbao) de principios del siglo
XIX. Nos enfrentamos entonces a la vida y a las costumbres de la baja nobleza y
alta burguesía, especialmente desde el punto de vista de las mujeres: sus
procesos de formación, sus amistades, sus ocios y lecturas, el mundo de sus
criados. Desde sus mismos inicios quedamos los lectores y lectoras impactados por
la ambientación tan bien lograda. Los salones, reuniones, veladas de lectura o
de música, las visitas al orfelinato, nos llegan en una gran autenticidad,
verosimilitud y plasticidad.
Cuando ya
tenemos situada a la protagonista, cuando ya hemos hecho sinergia con ella,
atravesamos el océano para ubicar al coprotagonista. Recorremos su hacienda y
sus juegos en libertad, su temprana orfandad, la relación con su Nana, los
reclamos de sus parientes al maestro, su amor por los caballos, su indisciplina
no controlada y la preocupación de sus tutores.
Una vez
familiarizados/as con los dos jóvenes entramos a la espera de su encuentro
porque más allá de la historia ya las
primeras páginas de la novela nos los muestran casados. La historia de este fugaz matrimonio ha sido
tratado pocas veces en la literatura porque las novelas que recrean la vida del
libertador
se ocupan fundamentalmente de los aspectos políticos y de las mujeres que
sirvieron a su causa. La misma Manuelita Sáenz ha sido pocas veces mirada por
ella misma, aunque sí hay algunas obras que lo intentan. En este sentido, la novela a la que nos
referimos es fundamentalmente diferente y nos entrega una mirada inédita sobre
María Teresa y muy original sobre su fugaz marido.
El texto propone
una lectura deconstructiva e irreverente de Simón Bolívar el libertador, el
héroe político. Esto se hace posible
sobre todo porque el trecho de vida focalizado en Bolívar es el de su primera
juventud irresponsable anterior al de sus ejércitos, sus hazañas y sus sueños
de libertad política.
La novela nos
deja ver una María Teresa, joven en sintonía con su época, en espera del amor,
pero preocupada por una serie de actividades que le llenan su vida. Siente que
a su alrededor están obsesionados con su posible matrimonio, pero ella no lo
vive así, ella se ocupa de la contabilidad de su padre, de los niños del
orfelinato en medio de las salidas y socialización de una muchacha de su
posición social y época. La percibimos cálida en sus relaciones y abierta al
medio que la rodea. Y antes que todo, una joven amante de los libros y de la
lectura. La voz narrativa la penetra y nos muestra una conciencia reflexiva,
llena de interrogantes sobre lo mejor
para su porvenir. Se acerca tímidamente por primera vez a los aleteos del amor,
en su amistad con un joven general del ejército francés, pero la llegada del
indiano Bolívar la conmueve hasta sus más íntimas entrañas y la lleva a consumar
un amor en el que, nos dice la novela, no estaba su felicidad y sí en cambio su
muerte.
La reticencia
inicial de María Teresa lleva al joven Bolívar a esmerarse en su formación, a
aprender el francés, a acercarse a los libros. Se transforma entonces de un
joven que pasa muchas hora durmiendo, en uno aplicado que pasa muchas horas de
aprendizaje. Este es uno de los aspectos más interesantes y novedosos de la
novela premiada: el papel jugado por la que sería su esposa -por pocos meses-
en la educación y formación del joven Simón Bolívar.
Finalmente la
narración se estructura también como una historia
de amor, en la que los amantes se entregan a sus lides y al juego de los
cuerpos, durante la travesía que los lleva hasta América. Una vez en las indias, el joven matrimonio inicia
su nueva vida de casados y es aquí donde definitivamente Simón Bolívar no
califica. En general los estudios y la ficcionalización sobre su figura se han
concentrado en su vida política-pública o su ocaso como líder, en sus
frustraciones a este nivel. La novela que nos ocupa por el contrario focaliza,
desde el punto de vista de María Teresa Rodríguez del Toro la vida privada e
íntima del libertador. En esta
relación el esposo que aún no sueña su delirio
sobre el Chimborazo, aparece como
incapaz de descubrir y valorar el tesoro de mujer que tiene entre sus manos. Su
poca sensibilidad no le permite sintonizar con los deseos de su esposa de
ocupar su tiempo en algo útil, su concentración en sí mismo, lo incapacita para
percibir en María Teresa su soledad y la sensación de abandono en que se
encuentra lejos de su país y de los suyos, carente de sus ocupaciones
permanentes que daban sentido a sus días. Por eso mismo llega tarde a su lecho
de enferma.
En cuanto a la
protagonista lo que nos plantea la novela, con una fina mirada feminista, es
que su matrimonio la condujo a la desdicha, a la soledad y a la muerte. Todo el
tiempo hemos tenido acceso al interior de la conciencia de la joven, sin
embargo en los últimos momentos no lo tenemos. Presenciamos externamente que la
fiebre tropical se la tragó. El mismo médico no tiene una explicación plausible
de la adquisición de la enfermedad, el mismo médico -como casi siempre en estos
casos- se muestra impotente. El silencio rodea la cama de la enferma. De alguna
manera María Teresa nos es robada a todos, al esposo que tarde se lamenta, a su
familia, a los lectores y lectoras, a la historia.
Santiago de Cali, Julio de 2015
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